Tener a los mejores jugadores posibilita acercarse rápidamente al éxito, pero no lo garantiza, porque lo importante es tener el mejor equipo, y es aquí donde la sapiencia, el criterio y el sentido común de un líder se ponen a prueba. Sin dudas existen muy buenos entrenadores, lo que no quiere decir que alcancen el rango de líderes; los primeros tienen su foco en la gestión, la planificación detallada, el cumplimiento de objetivos y metas, pero el liderazgo es un proceso con núcleo en la inspiración, el reconocimiento y el estímulo motivacional de las personas. Un auténtico líder va en busca no sólo de resultados, es decir objetivos numérico-racionales, sino que su meta son los logros, consecuencias humanístico-emocionales de su accionar. El líder es el que logra generar un ambiente donde la gente saca lo mejor de sí; es el nexo adecuado y por excelencia entre el interior y el exterior del equipo, administra adecuadamente las tensiones entre los diferentes componentes y garantiza el crecimiento y desarrollo sostenible del grupo; desarrolla la habilidad de generar propuestas que mezclen una dosis de realismo para aceptar lo inevitable y rebeldía para cambiar lo que parece imposible; su propuesta dependerá mucho mas de su personalidad que de su título, no son los conocimientos técnicos los que contribuirán a cimentar su prestigio, sino la trayectoria construida en base a varias herramientas: Pasión, por la tarea; Comunicación, para persuadir y crear mística; Planificación, para plantear objetivos a corto y largo plazo; Flexibilidad, para escuchar opiniones y cambiar si es necesario; Jerarquización, para establecer prioridades y Consenso, para amalgamar intereses. De ahí que en este vertiginoso y competitivo mundo moderno, Luis Bruno Barrionuevo nos enseñe a saber diferenciar entre administradores, gerentes y entrenadores exitosos y famosos, o auténticos líderes prestigiosos.