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LIBRO EN PAPEL
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Interludio, interlunio, publicada en 1998 por Editorial Fin de Siglo en Montevideo y en estos días por Sorojchi Editores en Buenos Aires, es la consecuencia de años de lectura de todo tipo de materiales (historia, reflexión, testimonio, actas procesales, etc.) concernientes a los genocidios llevados a cabo por los nazis. El objeto de mis estudios era comprender cómo, más allá de la barbarie ideológica, el proyecto genocida pudo contar con el silencio cómplice del pueblo alemán, vanguardia del arte y de la ciencia europeos en la Modernidad. En otras palabras se trató para mí de comprender, o al menos terminar por asumir, la siguiente paradoja: que el refinamiento cultural pueda coexistir, en la psiquis de un sujeto o de un grupo social con el más frío y brutal instinto homicida. Definí entonces como tema central para una novela el retrato de un sujeto exquisitamente culto, capaz de sutileza espiritual y de sentimientos auténticos y robustos que es, a la vez, un sistemático asesino. Decidí no ambientar mi historia en el contexto del genocidio nazi ?nada más fácil después de tanto estudio- para que los oropeles ideológicos y el morbo hipnótico que la barbarie nazi conlleva no impidieran comprender lo esencial del asunto. Pero necesitaba que la historia transcurriera en un contexto de brutalización de la vida cotidiana tal que mi personaje sintiera de antemano legitimados sus actos, porque no me interesaba que mi novela se convirtiera en un debate filosófico de justificación o condena. Sólo quería exponer la paradoja en toda su dimensión, para que el lector, libremente, hiciera con ella lo que pudiera. Ese contexto de brutalización de la vida cotidiana lo construí en un Montevideo distópico en el que debido a factores históricos que no entro a presentar ni discutir, pero que, dada la historia reciente de la ciudad, cada montevideano puede imaginar fácilmente. La población está dividida en amos o señores por un lado y cretinos por el otro. Aquellos detentan todos los derechos, aún los inmorales; estos, ninguno, ni el más elemental, funcionando como esclavos, a los que inclusive darles muerte no significa sino sanciones económicas por daño a propiedad estatal.

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