En el año 650 fijado el texto definitivo de El Corán, gracias al califa Otman y como respuesta religiosa, social y política a la necesidad de una legislación y una inevitable expansión, hechos reclamados por la ascendente presencia del mundo árabe en el comercio, la ciencia o las artes. El texto sagrado del islamismo se convierte así en una herramienta unificadora y potenciadora de la civilización más importante de la Edad Media mediterránea. El mundo islámico considera palabras textuales del último profeta, Mahoma, las que se recogen en las catorce suras, elaboradas con el peculiar modo memorístico de las ayas, o versículos, y en las que se identifican las raíces judeocristianas del preceptor junto a la asimilación del paganismo tradicional de los pueblos árabes. Convertido por su funcionalidad y éxito doctrinal en norma gramatical y estética, El Corán une a la vigorosa exposición religiosa monoteísta, la poética de los libros morales hebraicos, la legislación y normativa social, la crónica histórica y los elementos culturales, folclóricos y legendarios que lo convirtieron en la referencia espiritual y vital del mundo árabe, al cual, el sur de Europa debe buena parte de su legado histórico y cultural.