La librería de tu barrio

En un ya lejano 1981 me llegué hasta una pequeña sala de teatro del barrio de San Telmo para presenciar la obra El entretenedor de Atilio Polverini, un autor del que no tenía referencias. Mi misión era hacer la crítica de ese espectáculo para el diario La Nación, cuya redacción integro desde hace más de cuarenta años, y salí sorprendido por esa pieza de excelente factura dramática e inesperadas situaciones. Decidí entonces averiguar algo más acerca de Polverini, y así descubrí que había estado vinculado con una empresa cinematográfica que, entre otros films, había producido Piedra libre, de Leopoldo Torre Nilsson, y ¿Qué es el otoño?, de David José Kohon, y que había sido el autor del guión de la película La casa de las siete tumbas, de Pedro Stocki. Polverini, pues, no era un iniciado en el mundo del espectáculo ya que, además del teatro, el cine lo atraía con fuerza y en este camino dirigió en 1985 la producción Bairoletto, que fue galardonada por la Asociación de Cronistas Cinematográficos como Mejor Ópera Prima. Este hombre cordial, simpático y atento con sus amigos (yo ya me había convertido en su amigo) transitó luego la televisión como autor de varios unitarios y fue intérprete de los films No toquen a la nena, Notas de tango y Chúmbale. Pero Atilio (para mí ya era Atilio) decidió dar una vuelta de timón a su carrera (no en vano fue marino), y en 2009 publicó el libro de cuentos Telarañas al que siguió, tres años después, Balurdos. Ahora vuelve al camino literario con Transes, su tercer volumen de relatos por los que desfilan seres patéticos, algunos alejados de la bondad humana, otros inmersos en melancólicas reminiscencias y varios insertos en el candor de tiempos idos, de seguidores de tangos que todavía hoy se escuchan con devoción. Con un lenguaje fluido, por momentos coloquial y siempre atento a mostrar una escritura plena de hallazgos y de situaciones tensas que, sin duda, atraparán al lector, Polverini vuelve con este volumen a acercarse a esos hombres y mujeres que, tanto en la ciudad como en el campo, viven problematizados encuentros y desencuentros que siempre recalan en un final inesperado. Leer, pues, estos cuentos que el lector tiene en sus manos es sumergirse en micromundos oscuros, por momentos siniestros, a veces teñidos con certeros brochazos humorísticos. Quizás la senda que recorra Polverini de aquí en más sea la literatura, aunque su capacidad intelectual es muy amplia para que tanto el cine como el teatro no lo pierdan de vista. Adolfo C. Martínez.

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