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La arqueología de fines del siglo XX ha cambiado la visión romántica que se tenía del arqueólogo, al que se hacía semejante al buscador de tesoros. El equipo de trabajo del investigador incluye aparatos muy complejos que descubren lo que está bajo la superficie. Los arqueólogos integran equipos de trabajo que planifican eficientemente sus excavaciones arqueológicas ya que, ahora, la labor de desenterrar los tesoros del pasado se ha convertido más bien en una cirugía minuciosa, ejecutada por grupos interdisciplinarios que analizan en laboratorios de física atómica los componentes de las piezas de museo, además de recrear frente a una computadora la distribución espacial de sitios y artefactos. Nos acercamos así a las herramientas que el arqueólogo del siglo XX tiene a su alcance. El reto que ofrece el estudio disciplinado y sistemático de los restos de las actividades de los hombres en el pasado es sorprendente. El arqueólogo es un detective que debe tomar en cuenta hasta un grano de polen para reconstruir parte del gigantesco rompecabezas que constituye el pasado. La arqueología es una ciencia social que estudia las sociedades humanas y sus transformaciones en el tiempo. Es una ciencia histórica porque investiga el pasado. Forma parte de la antropología y estudia al hombre como ente social y analiza su influencia sobre el medio. Es una disciplina que integra la información procedente del conocimiento de la Tierra (geología, geofísica y geografía) con los datos provenientes de la biología (paleobotánica, paleozoología y paleoantropología). En consecuencia, constituye un poderoso puente interdisciplinario de unión.

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