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El conocimiento del porvenir ha sido para el ser humano una necesidad espiritual cuyo sentido no se ha perdido del todo. Lo que Raymond Bloch dice sobre la adivinación en la antigua Grecia, en Etruria y Roma viene a esclarecer creencias populares que subsisten en numerosas culturas y cuyo origen por lo general se desconoce. La adivinación en la Antigüedad estaba íntimamente ligada a la religión; el eclipse de los dioses no implicó que dejara de creerse en la lectura de las señales del porvenir, o como un vínculo entre el hombre y lo sobrenatural. Abundantes y variadas formas adquirió el arte de la adivinación: entre los griegos se consideraba a las mujeres como criaturas especialmente dotadas para manifestar la presencia divina. Las pitias de Apolo en Delfos expresaban la voluntad de los dioses en forma de oráculos que los sacerdotes descifraban de inmediato a los fieles. Etruscos y romanos preferían interpretar los auspicios observando entrañas de animales; asimismo, practicaron la ornitomancia (adivinación por medio de las aves) y la oniromancia (interpretación de los sueños). Nunca -dice Bloch- se ha encontrado una predicción exacta en medio del confuso delirio de adivinaciones ambiguas; sin embargo, el hombre de hoy, como el de ayer, sigue buscando vanamente las señales de su destino.

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