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Máximo Gorki

Máximo Gorki

Máximo Gorki (1868-1936) es probablemente el más notable de los escritores que desarrollaron su actividad en Rusia tanto antes como después de la revolución de Octubre. Es conveniente señalar esto porque si bien se trata de un autor que desempeñó un papel crucial en el mundo literario de la Unión Soviética, por el que es bastante conocido, también es cierto, y sin duda más relevante, que su obra, extensa y variada, está ambientada casi en su totalidad en la Rusia pre-revolucionaria. En ella hallamos un retrato de las diversas clases sociales que coexistían en aquella época, pero destacan sobre todo las descripciones de los sectores más desfavorecidos de la sociedad, que el joven Gorki conoció por propia experiencia. El que habría de pasar a la historia como Máximo Gorki, vino al mundo en 1868 con el nombre de Alexéi Maxímovich Péshkov en la antigua y populosa ciudad de Nizhni Nóvgorod a orillas del Volga, aunque poco después viajó con sus padres a Astraján, en la desembocadura de este mismo río, donde pasó sus primeros años. Días de infancia (1913-14), primer volumen de su trilogía autobiográfica, arranca en esta última ciudad, con los recuerdos de la muerte de su padre, un tapicero empleado después allí como agente naval. Tras el entierro, el joven Alexéi debe acompañar a Bárbara, su madre y a su abuela, Akulina, de regreso a Nizhni, y allí se establece con sus abuelos maternos. En su nuevo hogar, entre la amable sabiduría de Akulina y el rigor, no exento de brutalidad, del abuelo Vasili, transcurren unos años que contemplan también disputas domésticas, una asistencia a la escuela que pronto se ve interrumpida, el segundo matrimonio de Bárbara y el declive de la fortuna del abuelo, un acomodado tintorero al empezar el libro. La obra termina con el fallecimiento de su madre y el comienzo de una nueva vida en la que Alexéi tendrá que ganarse su propio sustento. En las primeras páginas de Por el mundo (1915-16), segundo volumen de la trilogía, encontramos al joven narrador de empleado en una zapatería, una ocupación que luego deja para volver una temporada con los abuelos. Poco después ingresa como criado para todo en casa de un primo delineante y su familia, de donde acaba fugándose para contratarse como friega platos en el "Dobri", un vapor que hacía la ruta del Volga. La lectura es ya su gran pasión en esta época, y observar la animada existencia del barco le lleva a reflexiones en las que aflora una crítica radical de lo inhumano de la injusticia y el sufrimiento convertidos en rutina. Más tarde, de nuevo con los abuelos, se gana la vida como cazador de pájaros, pero en seguida lo encontramos otra vez en el domicilio del primo. Allí nos cuenta como una noche "resonó el bronco tañido de la campana de la catedral, zarandeando inmediatamente a todos los de la casa; la gente, a medio vestir, se lanzaba a las ventanas, preguntándose unos a otros." De esta forma llegó a Nizhni la noticia de la muerte de Alejandro II en un atentado (1881). Es esta una época en la que devora todos los libros que caen en sus manos: Dumas, Sue, Hugo, Scott, Balzac... Pero también Pushkin, Gógol, Turguéniev y Tiútchev. Una hermosa y aristocrática mujer que conoce por entonces es para él "la Reina Margot"; ella lo introduce en la gran literatura rusa y deja para siempre un fantasma de seducción en su vida. Poco después vuelve al Volga, esta vez como mozo de cocina en el vapor "Perm". De nuevo en tierra, se convierte en vendedor en una tienda de iconos, y visita frecuentemente un taller donde éstos son fabricados. El retrato de este ambiente, con sus artistas de la Rusia profunda entregados a una existencia sórdida y mísera, es quizás el punto culminante de la trilogía. En el taller, oficia algunas tardes de lector que entretiene el trabajo de los pintores: "Me he puesto afanoso a buscar libros, los he encontrado y casi todas las tardes leo. Son estas unas tardes buenas, el taller está en silencio, como si fuera ya noche cerrada, sobre las mesas penden las bolas de cristal, semejantes a estrellas blancas, frías, cuyos rayos iluminan las cabezas, despeinadas o calvas, que se inclinan sobre las mesas; veo rostros serenos, soñadores; a veces, resuena una exclamación de elogio al autor del libro o a su protagonista. Los hombres están atentos, encalmados, parecen otros; yo les aprecio mucho en estos instantes, y ellos también me tratan afectuosamente; me siento en mi puesto." El mismo taller sirve de dormitorio por las noches: "Los maestro roncan, exhalan quejidos en sueños, alguien delira atragantándose con las palabras; en la litera de junto al horno, expectorando los restos de su vida, tose Davidov. (...) Desde las paredes miran los iconos sin rostro, sin manos ni piernas. Ahoga el concentrado olor del aceite secante, de los huevos podridos, de la arcilla agria que cubre las rendijas del suelo." (Traducción de A. Herraiz, Editorial Progreso, Moscú) Cuando abandona el taller, regresa con su primo como capataz en algunas obras que éste realiza en la ciudad, pero al final del libro lo deja todo para viajar a Kazán con la intención de estudiar en su universidad. En ese momento se autorretrata a los quince años como un muchacho que "no bebía vodka ni andaba con mujeres, pues estos dos medios de embriagarse el alma eran sustituidos por los libros. Pero cuanto más leía, más trabajo me costaba llevar una vida tan vacía e inútil como la que a mi parecer llevaban las gentes." En otro fragmento afirma: "De continuo me parecía que iba a encontrar a un ser humano sencillo y sabio que me conduciría a un camino ancho y luminoso." Mis universidades (1923), arranca con una emotiva despedida de la abuela, a la que comprende que probablemente no volverá a ver; después emprende el viaje a Kazán. Hay que decir que el título de esta última entrega de la trilogía resulta en realidad bastante sarcástico, porque los escasos recursos de Alexéi acabaron alejándole de las aulas en poco tiempo y haciéndole desempeñar diversos trabajos, entre ellos una larga temporada como panadero de la que extraería tipos y escenas para algunas de sus mejores narraciones. Comienza en esta época su aproximación a los círculos revolucionarios, y en ellos le choca especialmente la imagen idealizada del pueblo que tenían los jóvenes de origen burgués o aristocrático con los que toma contacto, y que contrasta con su propia experiencia. La angustia de una existencia mísera a la que no consigue encontrar sentido, arrastra a Alexéi al suicidio en diciembre de 1887, pero el disparo que buscaba el corazón atraviesa sólo un pulmón y en breve se recupera. Después, la narración nos lo describe en un grupo de tendencia populista que trata de llevar algo de cultura y organización a una aldea desde un pequeño comercio. Allí padecen la hostilidad de los mujiks, incapaces de entender su labor, que terminan quemando su casa y forzándoles a dejar el lugar. Con veintiún años, Alexéi abandona Kazán. Esta trilogía autobiográfica suele ser considerada lo más perfecto que Gorki escribió. Sus páginas dan una imagen colorista y real de la Rusia de finales del XIX y están llenas de detalles que nos hacen percibirla muy próxima, pero nos acercan sobre todo a la forja del carácter del

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