La librería de tu barrio

El lunfardo, ese lenguaje tan sabroso, trabajado con ingenio en las horas eternas del calabozo carcelario pero también en tiempos muertos menos lóbregos como los de las mesas de café o las esquinas de barrio, siempre acompañó al castellano culto rioplatense. Lo hizo medio de costado como una especie de escudero marginal que servía sólo en ciertas oportunidades, como un otro yo del doctor Merengue que debía saber permanecer oculto debajo de la ropa bien cortada, el rostro afeitado y la cabellera prolija. Porque así como debía lucir cuando se lo usaba entre pares, era necesario que se replegara cuando la charla tenía un marco social y familiar más respetable. Este papel un poco vergonzante lo cumplió siempre y en buena medida sigue cumpliéndolo.

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